Concesión del título de
Cronista Oficial de la Villa de Santaella
a D. Rafael Ruiz González.
Santaella, 10 mayo 2014


Dice una conocida enciclopedia de Internet:

«La figura del cronista oficial goza de una honda tradición histórica en general en toda España. La personalidad del cronista oficial en su perspectiva local es, ni más ni menos, un estereotipo de integridad sin identificación política, que ejerce un apostolado en el cual tiene opinión pero no poder ejecutivo. En el cronista destaca su carácter independiente, su esfuerzo por movilizar una realidad y unos objetivos que impulsen a trabajar sobre la historia y a revitalizar la actualidad. Objetivándose todo ello, en los estudios históricos sobre el pasado, en las crónicas del presente y en los proyectos para el futuro de la población representada.

El nombramiento de cronista oficial suele recaer sobre personas que se han distinguido en su labor de estudio, investigación y difusión de temáticas relacionadas con la población y debe producirse por acuerdo de la Corporación municipal en sesión plenaria. El nombramiento se ha asentado históricamente en los principios esenciales del carácter honorífico, no retribuido y vitalicio del cargo y, además, conllevaba el nombramiento como concejal honorario de la localidad.

Las tareas de los cronistas en sus respectivas poblaciones son muy diversas y salvo en aquellas poblaciones que tienen su reglamentación, se puede decir que cada cronista elige las tareas más adecuadas con las que considera que sirve mejor a su población. Sin embargo, es necesario aducir que el cargo de cronista oficial en puridad no comporta ninguna obligación dado su carácter no remunerado, no obstante las numerosas actividades y trabajos que vienen realizando los cronistas oficiales españoles».

Santaella, como la villa de gloriosa historia que es, tiene el acierto de disponer de Cronista Oficial, y la suerte de haber contado para ello con personas de valía. La muerte de don Pablo Moyano el 14 de mayo de 2012 dejó vacante el cargo que ahora, casi exactamente dos años después, se entrega a don Rafael Ruiz González. Una decisión idónea, pues Rafael Ruiz reúne de sobra todos los requisitos para desempeñar esa labor. Nuestra felicitación al amigo Rafael y los mejores deseos para su cometido.

amigosdesantaella.com



El acto se celebró en la Casa de Cultura, con asistencia de las autoridades municipales y numeroso público. El señor Alcalde, don José Álvarez, leyó el nombramiento; tras él, don Luis Alberto López Palomo glosó la figura de Rafael Ruiz, quien pronunció su discurso de investidura a continuación, con lo que terminó el acto oficial. Siguió la emotiva participación de María Victoria Arroyo y cerró con actuaciones musicales.


Discurso de don Luis Alberto López Palomo

No es la primera vez que me cabe el honor de dirigirme en persona al pueblo de Santaella. De una u otra forma, siempre lo he hecho desde el afecto y guiado por el único afán de destacar las virtudes de este pueblo y de sus gentes, muchas de las cuales ya no están entre nosotros, pero constituyeron parte esencial de mis sentimientos hacia las personas. A todas aquellos que se nos han ido, y que dejaron huella en mi emoción, quiero dedicarles estas palabras. Descansen en la paz de Dios y que, desde allí donde estén, velen por su pueblo y nos protejan a todos de las perversiones humanas.

Aún recuerdo aquel mes de septiembre de 1978, en que el alcalde me invitó a pregonar la feria, lo que hice con mejor voluntad que experiencia. Al cabo de treinta y seis años, vuelvo de nuevo con ilusión renovada a pregonar las virtudes de mi amigo Rafael, que fue la persona que hace más años me trajo aquí, me hizo partícipe de su familia y me enseñó a enamorarme de esta campiña, abierta y monótona como una letanía interminable, y de su historia, sus costumbres y su música que nunca me ha dejado indiferente. La música extremada, por la mano de Rafael, sabiamente gobernada como en la Oda a Salinas.

Cuando dije a mis hijos que iba a venir a Santaella a decir cositas buenas de Rafael, mi hija mayor, que lo conoce tanto como a mí, me dijo: “papá, lo tienes muy fácil porque de Rafael sólo se pueden decir cosas buenas”. Y es verdad, incluso objetivamente verdad, y la amistad y el afecto no me ciegan, aunque yo haya buscado en Rafael un buen amigo como se busca un buen libro que, como dijera Mateo Alemán, no consiste en que los amigos como los libros sean muchos ni muy curiosos, sino buenos y bien conocidos.

Por eso, desde el conocimiento de la persona, tengo que felicitar al Ayuntamiento de Santaella por haber tomado la decisión de nombrar a mi amigo cronista oficial, para que recoja el testigo y continúe la labor que ya iniciara otro gran hombre como fue Pablo Moyano, que también se nos fue y que incluyo entre la nómina de grandes santaellanos desaparecidos, que historió uno de los aspectos más relevantes y de los que la localidad se siente orgullosa, como es el Santuario del Valle, entorno sagrado de cuantos moran allí para la eternidad. Y también agradezco, y muy especialmente, el honor de permitirme estar aquí diciendo estas cosas, porque el honor con afecto es más honor.

Un afecto que se une al conocimiento de los valores de la persona, difícil de etiquetar, pero que me llevaría a una interminable hilera de virtudes que adornan a mi amigo. La sinceridad; creo que Rafael es incapaz de mentir; la inteligencia, la voluntad en el esfuerzo y, sobre todo, la generosidad que será decisiva para ejercer con nobleza y eficacia la labor que ahora le encomendáis, porque para las almas generosas cualquier ocupación es noble”.

Rafael tiene una difícil misión, tanto por la recopilación de la documentación de la historia local, que ya va siendo amplia, gracias al trabajo serio de santaellanos de pro, como de proyectarse hacia el futuro; porque, como dijera el gran Lope de Vega: “quien mira al pasado, lo porvenir advierte”. Su obra más destacada lo ha sido en el bello arte de la poesía. Su poesía inteligible, lírica y llena de sentimiento hacia su tierra, a la que ama fuera de todas las dudas y que ahora le devuelve ese amor con este merecido reconocimiento. La poesía de Rafael es un microcosmos campiñés lleno de belleza. Es el eco de la melodía del universo en el corazón humano. Y ha entrecruzado el verso con la partitura en esa música que es gimnasia para el espíritu, y que ha sabido conjuntar intereses muy diversos, llevando con la mayor dignidad el nombre de Santaella por los más diversos rincones de la vieja Piel de Toro, con unos sones en los que no están exentos los ecos de la tierra, y que a mi debo reconocer me estremecen hasta la lágrima. La coral Diego Manrique, creación de Rafael, que ha puesto a esta localidad a la altura de los grandes coros peninsulares y que ha sabido recoger el mensaje de lo popular de Córdoba, como ningún otro grupo coral, gracias a una sabia dirección y a unas voces y unos instrumentistas que envidian los ángeles. Por eso les dediqué uno de mis libros, el de Santaella.

Aunque sólo fuera por eso, Rafael es ya más que merecedor del homenaje público. Pero también ha hecho sus incursiones en el campo de la historia, tomando como vehículo la dramaturgia, en la preciosa escenificación sobre el Gran Capitán, con un éxito sin paliativos y un amplio elenco de actores y actrices, no profesionales, que supieron convocar una enorme masa de espectadores, que tomamos la calle con esa espontaneidad con la que se toman en Santaella las cosas importantes. Con la espontaneidad de un pueblo que tiene la costumbre de acompañar en peripatético cortejo urbano, alegre o triste, a sus novias y a sus muertos. El teatro callejero, porque no habría aforo suficiente en ningún otro espacio cubierto, que Rafael nos regaló hace unos años, y que debería repetirse porque la belleza no debe ser flor de un día.

Santaella, en el corazón de la campiña de Córdoba, confiere su propia personalidad que yo siempre llamaré “campiña santaellana”, con sus 272 Km. cuadrados, diseña uno de los términos municipales más extensos de toda la provincia y uno de los grandes de Andalucía. En los que resonaba la gran campana de su capilla que, según los antiguos, se oía hasta en Córdoba. Entrañable exageración que habla del aprecio local que los moradores sentían hacia su patrimonio acústico-religioso. Que se perdió durante unos años, con la indignación de muchos santaellanos, y también de Rafael, que en su pregón de feria en 1973 llegó a comparar la torre renacentista, sin sus campanas, como una vieja desdentada, pero que no se quedó en la pura metáfora, sino que años después agitaría el patio hasta conseguir que de nuevo luzcan campanas en la torre de esta “catedral de la Campiña”, que ha sellado bajo su plano toda la historia local, al menos desde la Prehistoria Reciente hasta la dominación musulmana y que hizo, como en todas las urbes conquistadas por San Fernando en el Valle del Guadalquivir, la amortización de la vieja mezquita por el templo cristiano. Paradigma de una cultura y una religión que no conviven, sino que se superpone a la preexistente.

A Rafael le estamos planteando el reto de discernir sobre este pasado para proyectarlo hacia el futuro. A reflexionar y luego contarnos el día a día de Santaella, pero no sólo del presente. Tiene ante sí la responsabilidad de tratar de aclarar el propio topónimo de la población, que al menos en algún momento de su historia ha sido aclarado por el profesor Alijo, otro ilustre santaellano, pero que en sus orígenes más remotos ha sido objeto de diversas especulaciones, hasta llegar a la reciente propuesta de ubicar en el recinto santaellano nada menos que el solar de la heroica Munda del Bellum Hispaniense. La Munda de Pompeyo y César, que ya hace más de un siglo los historiadores locales decían que había sido llevada a mil sitios diferentes, y que se ha supuesto, en dos hipótesis contrapuestas, tanto en la campiña sevillana, como en la cordobesa, y que fue definitivamente reducida a Montilla por la decisión del profesor Schulten, quien dejó resuelta de un plumazo la geografía antigua peninsular, se nos viene ahora a Santaella por una reciente interpretación, valiente y arriesgada, cuyos pormenores desconozco desgraciadamente, pero que respeto a priori.

La interpretación de los textos históricos ha sido la base para la reducción del urbanismo antiguo a la geografía actual, moviéndonos a veces en un terreno resbaladizo que es aconsejable contrastar con los datos arqueológicos. De ahí el interés de acometer, si se puede, excavaciones en el casco histórico de Santaella, a ver qué nos revelan de esa posible Munda que estaría solapada bajo los edificios actuales. Y para acometer una excavación de esa índole hay que contar con los medios humanos y materiales necesarios. Los primeros ya los tenemos porque hay en Santaella arqueólogos con la suficiente experiencia para responsabilizarse de un trabajo de esa índole. Hay que buscar los materiales, a lo que animo al Ayuntamiento y a Rafael para que siga el proceso que quizás le llevara a poderse titular nada menos que “Cronista de Munda”.

En cualquier caso, estoy convencido de que Rafael tendrá esa sabiduría para perseguir sueños de ilusión y no perderlos de vista mientras los persigue. Estoy convencido de que Rafael sabrá aunar el trabajo serio de un cronista riguroso con la difusión de su conocimiento. La sabiduría que no se comparte se atrofia en la mente del sabio. Y Rafael sabrá transmitir todo lo que ya sabe y lo que le queda por aprender de la historia de Santaella. Su larga experiencia docente es aval más que suficiente para confiar en ello. Ese dilatado ejercicio de maestro y profesor, que fue la base de nuestra vieja amistad, que se remonta a más de medio siglo. Que me puso en contacto con Rafael y con los suyos. Que aunó nuestras familias y nos ha hecho siempre compartir alegrías y tristezas, que han sido muchas y muy diversas. Ese compartir profesión que tengo que agradecer a la administración educativa por haberme dado la oportunidad de conocer a personas de tanta valía como Rafael, al que desde el primer momento escogí como amigo, igual que él a mi. Porque, aunque la administración nos elige los compañeros, los amigos los escogemos nosotros.

Esa amistad vieja y consolidada que en el ámbito de mis limitaciones hizo que en el camino entre Santaella y Puente Genil no creciera la yerba, porque hice de esta población mi segunda patria chica y estaba aquí a todas horas, participando del afecto de tantas y tantas buenas gentes que Rafael puso ante mi. De esa singladura que nos ha llevado a una madurez en que la preocupación por las cosas de los nuestros es superior a la preocupación por las cosas propias.

He compartido con Rafael los momentos decisivos de nuestra formación universitaria, cuando en los años sesenta había menos licenciados que doctores en la actualidad. Apretujados en el humilde seiscientos íbamos y veníamos a la vieja Facultad de Filosofía y Letras de Granada, junto a otro compañero, que también nos ha dejado ya, y nos juramentamos de proteger mutuamente a nuestras familias en caso de que, de tanto ir y venir, alguno de nosotros tuviera un serio percance. Fue la época gloriosa e ilusionante, de éxitos y fracasos en una de las dos únicas universidades que por aquel entonces funcionaban en Andalucía. Rafael se orientó hacia la Lengua y la Literatura, mientras que yo escogía la Historia, pero compartíamos los mismos afanes de promoción profesional que él alcanzó unos cuantos años que yo y le llevó a ejercer la docencia, como profesor de Bachillerato, en el prestigioso instituto Séneca de Córdoba, donde ha dejado el recuerdo de un buen hacer que aún pervive. Tantas vivencias compartidas, con la implicación permanente de nuestras familias que formaban un tronco común, nos ha llevado a conocernos mutuamente en nuestras luces y nuestras sombras y a enjaretar un tejido de afectos mutuos que me autoriza a estar aquí y ahora rememorando un tiempo que no volverá, pero que nos ha enriquecido con la madurez de la que carecíamos en aquellos años de nuestra juventud.

Madurez, en el fondo y en la forma, que ha hecho de Rafael la persona más idónea para ostentar el título que ahora su pueblo le otorga. Que no es incompatible con los merecimientos de otras personas cuya juventud permite la espera.

Por eso, y sólo por eso, he venido hoy a Santaella; a dar testimonio de los valores de su flamante cronista local, sin mejores mimbres que cualquier otro de sus múltiples amigos, pero con la emoción profunda de un afecto que es mío y al que no voy a renunciar nunca.

Por eso, amigo Rafael, ahora que estamos llegando al final de la etapa, echa la vista atrás y, aunque Jorge Manrique se equivocara y no necesariamente todo tiempo pasado fue mejor, recuerda nuestra vida compartida con y entre los nuestros. Acompáñame en la barca del tiempo que nos queda, que no sea la barca de Caronte, sino un crucero feliz y merecido; y haz bien el trabajo que ahora te encomienda tu pueblo que es un poco el mío.

Y al pueblo quiero terminar justificando mi intervención porque, por encima de todos los merecimientos intelectuales que Rafael tiene de sobra, lo que quiero terminar enfatizando es la definición de mi amigo, que me la pone muy fácil Antonio Machado cuyas, palabras tomo prestadas. Porque “más que un hombre al uso que sabe su doctrina, Rafael es en el buen sentido de la palabra bueno”.

Un abrazo, hermano.


Discurso de don Rafael Ruiz González

Ilustre Sr. Alcalde. Sras. y Sres. Concejales: Muchas gracias por haberme nombrado Cronista Oficial de Santaella. Gracias a todos, sin exclusión. A los diez concejales que me votaron y a los tres de La Guijarrosa que se abstuvieron, con todo el derecho del mundo. Pero, como creo que puede haber equívocos, quiero aclarar en esta ocasión especial que yo jamás he tenido, ni tengo, ni tendré nada personal contra La Guijarrosa. Todo lo contrario. Porque desde pequeño estuve muy identificado con esta tierra por vínculos familiares y de todo tipo. Otra cosa muy diferente es que, como ciudadano, no estuve, ni estoy, ni estaré nunca de acuerdo con las separaciones y las peleas entre hermanos. No estoy de acuerdo con las divisiones que a todos perjudican y a nadie benefician. Las divisiones empobrecen y las sumas enriquecen. Ahora estamos en la Europa de las Naciones y en la Europa de los Pueblos. Esto es lo progresista, y lo contrario es retrógrado. Pero, como Cronista, sé perfectamente mi obligación de ser imparcial, objetivo y aséptico. Y lo cumpliré. Para mí sois, y seréis todos iguales.

Quiero ser muy breve. Porque, como decía un personaje de la obra teatral: «El Gran Capitán, Alcaide de Santaella», «Non nos gustan mucho las palabras, sino los fechos». Yo tampoco creo ya mucho en los discursos, ni en los actos y boatos solemnes. Bien saben los que me conocen que yo no quería este acto protocolario. Además, lo paso muy mal. Poco hablar y mucho hacer. En esto es en lo que creo. Las palabras son fáciles y se las lleva el viento. Las promesas se incumplen sistemáticamente. Pero las obras permanecen. Las buenas y las malas. Y la Historia, tarde o temprano, se encarga de juzgarlas, y de poner a cada uno en su sitio.

A continuación, estoy obligado a tener un cariñoso recuerdo hacia la figura de don Pablo Moyano Llamas, anterior Cronista Oficial durante tanto tiempo. Tanto tiempo, que yo no he conocido a otro Cronista distinto en Santaella. Ignoro la fecha y la forma en las que fue elegido. Tampoco importa demasiado. Lo importante es que siempre ejerció su cargo con total responsabilidad y con mucho cariño hacia su pueblo, que demostró hasta el día de su repentina muerte. Fue siempre un ejemplo a quien imitar.

Y ahora deseo dedicar unas palabras muy cariñosas a los otros dos jóvenes candidatos a Cronistas: Javier López Ríder y Ana María Palma Gálvez. Los animo, los envidio por su juventud, los espoleo, porque ya están dando buenos frutos, y porque estoy seguro de que seguirán dando muchos más. El libro reciente de Javier: «Estudio sobre construcciones hidráulicas e industriales de Santaella», es una obra rigurosamente documentada, y digna de todo elogio. Y el gran trabajo callado de Ana, catalogando y ordenando todo el buen archivo parroquial, no lo conoce casi nadie. Pero ahí está, después de tantos años olvidado, maltratado y hasta expoliado. Los animo a no cansarse nunca de luchar por la cultura. No hay tarea más gratificante, hermosa y rentable que trabajar por nuestra propia cultura y por la de los demás. Pero la cultura no baja del cielo, ni la echa ningún árbol. No se consigue en los botellones, ni en los cubatas, ni mucho menos en la droga. Los botellones y la droga están destruyendo el tesoro más valioso de esta España moderna: nuestra juventud. Nada se consigue en la vida sin trabajo y sin esfuerzo serio y responsable. El que diga lo contrario miente, o cae en la demagogia fácil. Siempre recuerdo y recordaré de memoria lo que escribió el genial autor anónimo del Lazarillo de Tormes, pórtico de nuestra gran novela picaresca, en el prólogo de su obra. Dice que la escribió «para que comprendan los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial; y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando llegaron a buen puerto». ¡Ahí es nada!... El que tenga oídos para oír, que oiga…

Alguno de vosotros me sucederá más pronto que tarde como cronista. A mí me llega este cargo un poco cansado, y casi «puesto ya el pie en el estribo», con palabras de nuestro inmortal Cervantes a su mecenas, el conde de Lemos, en la dedicatoria de su última novela bizantina, «Los trabajos de Persiles y Segismunda»: «Puesto ya el pie en el estribo/con las ansias de la muerte/gran señor, esta os escribo». Era el día 19 de abril de 1616. A los cuatro días murió. Tenía 69 años. Pero hoy disfruta y disfrutará del don de la inmortalidad…

Hasta aquí, lo que yo escribí para este día, en cuanto recibí la carta del Secretario del Ayuntamiento, notificándome el acuerdo plenario de mi nombramiento como Cronista Oficial.

Pero hete aquí que el mismo día 18 de marzo me dice mi mujer que había hablado con el Sr. Alcalde, y le había dicho que me comunicara que este acto se había fijado para el día de hoy, a celebrar en la Casa de la Cultura, y con una serie de Sres., invitados especiales para esta ocasión. Que me preparara una disertación acorde para este día. Lo que me obligó a discurrir, a complicarme la vida, y a ampliar esta intervención.

Al decirme que este acto estaba organizado dentro de unas Jornadas Medievales, se me ocurrió que nada mejor para ello que colaborar con algunos apuntes sobre la historia medieval de Santaella.

Pero, dentro de la milenaria historia de Santaella, quiero retrotraer aquí la obra de un ciudadano eminente de Puente Genil, doctor en arqueología, que ha dedicado toda su vida a investigar la prehistoria de estas tierras. Primeramente, con su fantástica tesis doctoral:«El poblamiento protohistórico en el Valle Medio del Genil», y tantas publicaciones más, como «SANTAELLA. Raíces históricas de la campiña de Córdoba», con una cariñosa dedicatoria: «Al director y a las cantoras y cantores de la Coral Diego Manrique, palpitante símbolo del pueblo de Santaella».

Amén de la primera parte del libro del Casino «SANTAELLA. Estudios históricos de una villa cordobesa», titulado «Aportaciones a la prehistoria y protohistoria de Santaella». Se llama Luis Alberto López Palomo. Él ha hecho por la historiografía de este pueblo lo que ningún santaellano había sido capaz de hacer hasta ahora… A él le debo mi gran afición por la Arqueología, porque junto a él y a nuestras dos familias, subíamos con nuestros niños pequeños, un día sí y otro también, las empinadas laderas del cerro de Alhonoz, que ha sido su gran excavación y el cerro de su gloria. Y a él le dediqué este poemilla, titulado: «Arqueología»:

Cuatro cerritos de gloria
en la campiña serena:
las Cabezuelas, la Mitra,
Mazarro y el de La Muela.
(¡Cuánta historia allí dormida
Entre los surcos de tierra!
¡Cuánto lamento de barro
Rodando por sus laderas!)
¿Quién ha dicho que no tienen
Alma, ni vida, las piedras?
Algo del hombre que muere
Se ha divinizado en ellas.
Allí se palpa un misterio
Que duerme, sueña, o bosteza.
¿Es el alma de los siglos
Que pasa, pero es eterna?
¿La tragedia de la vida
Que muere, pero se queda?

¿O acaso lo que allí late
Es el alma de la pena
Del hombre que allí es ceniza
Al hombre que aquí se quema?

¡Dios, qué lenguaje tan último
¡Ay Dios, qué humilde grandeza
La que se lee en la arcilla,
La que respiran las piedras…!

Otrosí, y entrando ya en el medievalismo santaellano, algo parecido ha ocurrido con otro ilustrísimo cordobés y amigo, don Manuel Nieto Cumplido, canónigo Archivero de la Catedral de Córdoba, doctor en Hª Medieval, y autor de tantísimas publicaciones, algunas de ellas irrepetibles, inmejorables y de todo punto monumentales. Tales como su “Corpus Mediaevale cordubense”, o su fabuloso libro histórico- artístico, “La catedral de Córdoba”. Él también contribuyó en el libro del Casino con dos capítulos: “Santaella en la Edad Media”, y “La iglesia parroquial de Santaella”. Ambas son de obligada lectura para todo santaellano que de tal se precie.

En el primero de estos dos capítulos, sintetizó en cuarenta páginas lo más importante de la Historia Medieval de este pueblo. A esta obra me remito y remito a todos los que quieran leerlo y enterarse mejor de ella.

(Pero antes quiero hacer un pequeño paréntesis para recordar aquí al mejor presidente del Casino, que lo fue, don Antonino del Moral, porque el Casino financió este gran libro, y él vivió siempre y murió muy orgulloso de ello. Este libro se agotó rápidamente. Aprovecho la ocasión para pedirle a las autoridades una segunda edición, porque esto vale poco dinero, porque es un referente cultural de primera categoría, y porque lo está demandando el pueblo).


De la Historia medieval de Santaella, empieza don Manuel Nieto confesando la poca documentación que existe, y que los historiadores le han prestado «escasa atención, quizá debido a la dispersión de fuentes documentales». Él aporta las fuentes de su trabajo en el apéndice final, desde febrero de 1240, hasta febrero de 1476; es decir, desde la primera mitad del siglo XIII, hasta la primera mitad del siglo XV. Pero tiene buen cuidado en no dejar un espacio vacío entre los siglos VI-VII, durante los cuales la arqueología ha rellenado este espacio, con un buen número de piezas visigodas, que demuestran la continuidad del poblamiento de Santaella, hasta la época musulmana de los siglos VIII al XII.

La ocasión de hoy no nos permite tiempo para extendernos cansinamente en demasiados datos. Por ello, iré espigando lo que me parezca más importante de su trabajo, en aras de la brevedad.

1.-De la época musulmana, empieza afirmando que las fuentes guardan silencio hasta el siglo XII, con el testimonio del cronista árabe Al-Idrisí, que nombra ya con toda rotundidad la existencia de Shant Yala, cerca de «Bulay»(Poley o Aguilar) y de «Istiya»(Écija). Y afirma «que está construida sobre terreno árido, y que el agua se encuentra lejos».

Enseguida tiene don Manuel Nieto el gran acierto de disipar todas las dudas sobre la existencia de la mezquita de Santaella, que se conservó en pie hasta 1580, pero dedicada al culto cristiano, desde la conquista de San Fernando, a partir de febrero de 1240, o marzo de 1241. Por estas fechas, casi todos los pueblos de la campiña, incluida Santaella, se entregaron a Fernando III, mediante pactos de «pleitesía», según la Crónica General.

En estos pactos amistosos, «los musulmanes podían irse, o continuar en sus casas, con sus propiedades, religión, su administración de justicia…y gobernarse por sus propios “alcayates”».

Y aquí aporta los nombres de los primeros alcaldes musulmanes conocidos del pueblo, como lo fueron Aben Carim y Hamet aben Xait.

Fueron Alcaldes absolutamente fieles y leales al Rey, hasta el punto de nombrarlos la corona testigos y jueces preferenciales en amojonamientos de términos, como fue el del término de Castillo Anzur, en 1262. El nombre del primer alcalde cristiano no consta hasta algunos años más tarde, 1258, con el nombre de don Ordón Pérez. Otro dato muy interesante de 1264 es que, desde estas fechas, ya aparecen nombres de núcleos menores aldeanos de Santaella. Solamente figuran La Membrilla, La Culebrilla, el Soto de Santaella, La Fuente Cubierta de Santaella, Gurrumiel (hoy en el término de La Rambla) y el de La Almocayta, «difícilmente localizable».

Aporta, así mismo, el documento literal del Archivo General de la Mezquita de Córdoba, que describe nuestra mezquita con todo detalle; y más extensamente lo hace en su segundo capítulo del libro del Casino citado: «La iglesia parroquial de Santaella». Nadie como él conoce nuestro mejor monumento religioso, ni ha historiado su construcción con más perfección de detalles y de documentación.


Traigo aquí y ahora, en otro breve paréntesis, una curiosidad histórica interesante para muchos sobre la toponimia del nombre árabe de “Shant Yala”, castellanizado luego en «Santaella». Remito a los presentes al magnífico, y creo que definitivo, estudio de nuestro paisano y amigo, don Francisco Alijo Hidalgo:«Nota histórica en torno al topónimo Santaella», publicado por la Universidad de Málaga.

Allí desmonta todas las teorías anteriores. Nada de «sentix». Nada de Santa Eulalia, nada de Santa Olaya. Su nombre lo deriva de «Santa Elia». Lo que razona a la perfección, tanto histórica, como filológicamente.


Sigue don Manuel Nieto aportando datos medievales muy interesantes:

1º: Que el 12 de marzo de 1265, el Rey Alfonso X «El Sabio» otorga Santaella, con todo su término, a la jurisdicción de Córdoba.

2º.-Que desde abril de 1263, el concejo de Córdoba nombraba a los alcaldes de todas sus villas y aldeas.

3º.-Que todo el término actual de Santaella era el mismo de los últimos años de dominación musulmana. Tiene, por tanto, una antigüedad mínima de más de 800 años, como villa «terminiega» Sin embargo, el sometimiento de Santaella al régimen señorial no llega hasta el año 1649, época de Felipe IV, en favor de los Aguayos, Marqueses de Santaella. Hasta 1733, en que consigue, por fin, su ansiada independencia.

4º.- Que entre 1460 y 1469 la villa está bajo el control directo de don Alfonso Fernández de Córdoba, señor de Aguilar, que la utiliza como plaza de armas.

5º.- Que el 2 de mayo de 1469, el Rey Sancho IV mandó que sus villas de Santaella y Hornachuelos quedaran libres de la jurisdicción de Córdoba.

6º.- Y que, finalmente, por estos años ya tenemos noticias totalmente documentadas de don Gonzalo Fernández de Córdoba, futuro Gran Capitán, como alcaide del castillo de Santaella. Tenía 20 años, y casado con su no menos joven esposa, doña Isabel de Sotomayor, hija del Señor del Carpio.

Pero en la lluviosa noche del 18 de septiembre de 1478, su primo, el mariscal don Diego Fernández de Córdoba, de la otra rama de la Casa de Aguilar, lo traicionó, lo cogió «de siete sueños», tomó el castillo y se llevó al joven matrimonio prisionero a su castillo de Baena, encerrados en una jaula.

Era lógico que esto pasara: una pareja de 20 añitos, recién casaditos, y una noche tan romántica como aquella, invitaba a todo, menos a ese tipo de guerra…Este es el argumento del II Acto de mi obra teatral «El Gran Capitán, Alcaide de Santaella», representada en la Plaza Mayor, con el éxito que todos recordamos. Desde entonces «duerme el sueño de los justos», esperando su resurrección…


A partir de aquí, entra el capítulo extenso de don Juan Aranda, historiando y documentando magistralmente los siglos XVI y XVII de Santaella, en el mismo libro del Casino. El pueblo había tenido tres Marqueses: don Diego de Aguayo y Godoy, don José de Aguayo y Godoy, y don Nicolás de Aguayo y Manrique.

Del capítulo de don Juan Aranda, sólo voy a glosar aquí uno de los episodios históricos más relevante de Santaella.

Cuando en el verano de 1718, muere en Andújar, arruinado, el III Marqués de Santaella, la jurisdicción de la villa y de todo su término, salieron a pública subasta. Primeramente, le fue adjudicado al noble Portocarrero, señor de Palma del Río. Pero en agosto de 1728, el cabildo municipal, utilizando el «derecho de retracto», se reunió de urgencia y comisionó al rico y famoso clérigo local, don Miguel Vicente Alcaide y Lorite, para gestionar tamaña operación de rescate. Santaella fue tasada en 84.000 reales de vellón. Era mucho dinero. Primero, fue pidiendo dinero a los santaellanos más pudientes. Aranda especifica todos los nombres y las cantidades aportadas. Segundo, hubo que vender las tierras de Propios, que el Ayuntamiento poseía en las Islas del Río Monturque. Y tercero, se tuvo que pedir un préstamo de 44.000 reales al ecijano don Andrés Fernández de Valderrama, Caballero de la Orden de Calatrava. Hasta que en el otoño de 1733, fecha para recordar, se adjudicaba la jurisdicción de Santaella al Ayuntamiento, con todo su término.

Tras tantos avatares jurídicos y sacrificios económicos, Santaella consiguió liberarse del régimen señorial, y alcanzar así su ansiada y definitiva independencia.

¡Emocionante historia, y heroico el comportamiento de todo un pueblo! Este querido pueblo al que hace ya casi cuarenta años dediqué este poemilla en cuatro cuartetos, titulado:

«Canto al pueblo»

Para embriagarme de tus noches bellas,
Déjame ser almena en tu castillo;
En la paz de tu Plaza, farolillo,
Y de tu torre, pescador de estrellas.

En tus murallas, piedra enamorada
Para soñarte allí en tu Barrio Viejo;
Para irradiar tu iglesia, ser espejo
Y en tu Campiña, lluvia derramada.

Déjame ser el fuego contra el frío
Que encadena el coraje de tus gentes;
Déjame ser el agua de tus fuentes
Para saciar tu corazón y el mío.

Confundido contigo en un abrazo,
Quiero adorarte en larga primavera:
¡Déjame, Virgencita, que te quiera
Y descansar, oh Valle, en tu regazo!

¡Buenas noches y muchas gracias!


Por último, las palabras que María Victoria Arroyo dirigió a Rafael:

Querido Rafael,

Solo unas breves palabras para expresarte el orgullo y la satisfacción que es para todos nosotros que tú vayas a ser a partir de ahora el cronista oficial de nuestro pueblo, Santaella. El reto podría parecer enorme porque nuestro queridísimo y gran amigo tuyo, don Pablo Moyano Llamas, que en paz descanse, (desde aquí un fuerte abrazo y un recuerdo agradecido a su persona), que fue anterior cronista, dejó el listón muy alto.

Como bien decimos, la ingente y brillante labor de don Pablo como cronista podría amedrentar un poco a cualquiera, pero Rafael Ruiz González lleva haciendo crónica viva de Santaella desde hace 40 ò 50 años como poco y sinceramente creemos que ahora con el nombramiento oficial seguirás haciendo lo que has hecho siempre: poner tus saberes, tu arte, tu sensibilidad, tu pluma, tu trabajo y tu alma entera al servicio de la cultura de tu querido pueblo.

Muchos de los aquí presentes hemos sido testigos y colaboradores entusiastas de tus proyectos, porque sólo al más leve rumor de que tenías algo en mente, tus incondicionales te han seguido y han trabajado contigo, cada uno en la medida de sus fuerzas, en la puesta en marcha de grandes proyectos que ojalá no acaben nunca, porque han sido y son un orgullo para todos nosotros y para todo el pueblo de Santaella.

Rafael, además de otros muchos dones con los que Dios te ha bendecido, tienes una de las fortunas más grandes que un hombre puede tener: eres profeta en tu tierra. No solo se te quiere muchísimo, sino que además siempre has sido admirado y seguido en tus empeños. Eres un santaellano bastante especial... Tus paisanos hemos aprendido tanto contigo y de ti que no hay palabras para describir ese sentimiento que a tantísimos nos embarga en el solo hecho de nombrarte y recordar tus “pequeñas grandes hazañas” que han dado prestigio y relevancia a nuestro pueblo y que han dejado su nombre (desgraciadamente tantas veces mancillado por otros desafortunados acontecimientos) indiscutiblemente unido al arte y a la cultura. Por todo esto y por muchísimas cosas más que sería demasiado largo contar, siempre has sido y seguirás siendo un santaellano con mayúsculas.

Hagamos memoria y, aunque solo de pasada, recordemos algunas de esas ”pequeñas grandes hazañas” tuyas:

Codo con codo colaboraste con un buen amigo tuyo, persona entusiasta de la cultura y el arte, en todos los proyectos que llevó a cabo mientras fue presidente del Círculo de Labradores: me refiero a nuestro querido y añorado Antonino del Moral. Fruto de ello, además de otros, fueron las ediciones de estos dos libros:

“Santaella, estudios históricos de una villa cordobesa”

“Del amor y la ceniza”

· En el primero de ellos: “Santaella, estudios de una villa cordobesa”, publicado en 1986, colaboraste en un trabajo sobre historia de nuestro pueblo junto a estudiosos de gran prestigio, de la talla de don Manuel Nieto Cumplido, don Juan Aranda Doncel y nuestros estimadísimos y admirados paisanos Antonio Rivilla Granados y Luis Alberto López Palomo.

No, no me he equivocado, ya sé que Alberto es de Puente Genil, pero el cariño y entusiasmo puesto en el estudio y en el conocimiento del pasado más remoto de nuestra tierra, así como su relación de amistad y colaboración con este pueblo, nos han hecho sentir siempre que es uno más de nosotros los santaellanos.

· La siguiente publicación: “Del amor y la ceniza” fue editada en 1990 y es una artesanal, preciosa y cuidada edición de un libro de poesía, cuya portada fue bellísimamente ilustrada nada menos que por el gran artista Ginés Liébana.

En él nos deleitas con una serie de poemas en los que íntima y apasionadamente nos muestras las dos caras del amor, y que resumes de manera magistral en el inicio del mismo con una certera cita de Campoamor:

“Todo en amor es triste;
mas, triste y todo,
es lo mejor que existe”.

Mención aparte merecen tus humildemente titulados Recuerdos, “ poemillas del pueblo”. Este pequeño librito de poemas es una gran joya donde retratas de manera sencilla y magistral el alma de Santaella, es un canto de amor a tu tierra natal, a sus paisajes, sus costumbres, tradiciones y a sus gentes.

El mejor regalo que nadie ha podido hacer a Santaella te lo debemos a ti, querido Rafael, y para nuestro deleite y en tu homenaje recordemos algunas estrofas de ese tesoro que generosamente nos dedicaste a todos los santaellanos:

Con el permiso de todos ustedes, yo me voy a permitir el privilegio de leer, con un sentimiento que nace de lo más profundo de mi alma, el Soneto al pueblo:

Déjame ser torreón de tu castillo
para embriagarme de tus noches bellas;
en la paz de tu plaza, farolillo,
y en tu torre, pescador de estrellas.

En tus murallas, piedra enamorada,
para soñarte allí en tu barrio viejo;
para admirar tu iglesia, ser espejo,
y en tu campiña, lluvia derramada.

Déjame ser el fuego contra el frío
que encadena el coraje de tus gentes;
para luchar con corazón y brío.

Y fundirme contigo en un abrazo,
y dormir una larga primavera,
y despertar, oh Valle, en tu regazo.

Ahora, esta conmovedora llamada a la oración nos introduce de lleno en el mayor acontecimiento cultural que Santaella ha vivido en toda su historia, nos referimos a la representación de la obra de teatro “El Gran Capitán, alcaide de Santaella”, donde no solo refieres y recreas dos hechos históricos sucedidos en esta villa, sino que en ella implicas, entusiasmas, unes e ilusionas al pueblo entero en un gran proyecto cultural. Nos demuestras a todos que Santaella, cuando quiere y está bien capitaneada y liderada, sabe hacer las cosas como nadie. En palabras tuyas: Tiene “rango y tronío” para cualquier cosa que se proponga.

Desde el Ayuntamiento hasta el más humilde y anónimo de los vecinos del pueblo colaboraron en este magno proyecto, que ilusionó tanto a pequeños como a mayores; padres, hijos, abuelos... todos a una en una gran causa común. Sinceramente, nos atrevemos a calificar el hecho de verdadero experimento sociológico, ¡¡ojalá surgieran más cosas que nos sirvieran para unir voluntades y no para separarlas!!, porque, señores…, todos sabemos que la unión hace la fuerza y, en cambio, divide... y vencerás.

Pero volvamos al Gran Capitán. Qué derroche de arte, belleza, poesía, virtuosismo musical, colorido, dominio de la escena, ritmo, baile, ingenio, creatividad, rigor histórico…, en fín, se nos acaban los calificativos y es mejor que Angélica nos deleite con esas jarchas mozárabes que son el primer testimonio escrito en lengua romance:

Va por ti Rafael…

Si Angélica ha representado nuestra parte de cultura cristiana que vivía en territorio musulmán, no podemos por menos que recordar nuestra parte de cultura musulmana, que, como muy bien nos dice Rafael, llega hasta 1241, cuando la aljama árabe de Sant-Yala es entregada por pleitesía al rey Fernando III el Santo.

Revivamos la alegría, el ritmo y el colorido de esa escena donde nuestra Soraya y su grupo de danzarinas nos transportan a algunos siglos atrás y disfrutemos el momento.

Y como comprenderéis, y a propósito, he dejado para el final la “verdadera joya de la corona”, por valiosa y por perdurable....Como ya os imagináis, me refiero a la Coral Diego Manrique, “ese grupo de amigos que cantan”, como tú siempre la has definido, y que hoy, como siempre, están aquí todos contigo, porque los que desgraciadamente faltan también están presentes, ya que viven y vivirán siempre en nuestros corazones.

Esa Coral, decimos, que bajo tu sin igual dirección y el alma y virtuosismo de tu hermano Antonio, tantísimos éxitos ha cosechado y tantos premios y alegrías ha dado a Santaella.

Esos discos en los que magistralmente interpreta al maestro don Ramón Medina y que, por cierto, tanto contribuyen a alegrar ese ambiente festivo del glorioso Mayo cordobés; esos villancicos inigualables, esas misas cantadas con devoción y entusiasmo a nuestra Virgen del Valle, esos buenos ratos compartidos en ensayos, excursiones, actuaciones, charlas y convivencia entre amigos que se quieren de verdad, no se pueden contar, hay que vivirlos y sentirlos, esos ratos, no se olvidan y siempre se siguen llevando en el alma.

Creo que además de cronista, siempre serás nuestro “DIRE”. Gracias eternas por todo y por siempre, querido Rafael. Para todos nosotros serás siempre un hijo predilecto de Santaella.


En el siguiente vídeo se puede ver el acto completo:


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